6.Sonando

No pensaba coger el teléfono. Lo dejó bien claro en la oficina, nada de llamadas. Además la cara de la pelirroja que ocupaba la silla de enfrente en la mesa del restaurante parecía estar a punta de entornar un “lo sabía”.

No, no lo pensaba coger.

Pese a su decisión, el sonido insistía una y otra vez, a la tercera y consecutiva llamada supo que la elección de aquella melodía no había sido la acertada. Varias miradas cruzaban hacia él desde todos los puntos posibles del salón del restaurante. Y si, había reaccionado tarde, una vez más. SILENCIAR TELÉFONO.

5.El error

Los dos sabían que era un error.  Pero  aquellas miradas hablaban claro. Se leía deseo en mayúsculas en las pupilas de ambos.

Era un error. María respiro hondo, era su vecino, el de cada verano, y su marido estaba arriba ya… Pero la sonrisa tonta y los dedos agarrando el rizo seguían pidiendo que se parar al ascensor a gritos.

Era un error. Pero Julio había fantaseado años con cometerlo. Noto su boca contenerse mordiéndose el labio inferior, notó su sexo empezando a endurecerse ante una excitación cada vez mayor.

Sí, era un error. Pero el ascensor continuaba parado allí

3. Suéltalo

Los dedos se movieron rápidos. Aprovechando la oportunidad que se presentaba a escasos centímetros, en las películas siempre parecía más fácil soltar un sujetador de encaje. Pero no, por mucho que no lo reconocieran las escenas sensuales de su filmoteca aquel broche no parecía tener voluntad alguna a soltarse y otorgar libertad a aquellos pechos deseosos de salir. Dudó un segundo, y la nuca que se mostraba ante él le volvió a dar respuesta hacia a  donde tenían que dirigirse sus acciones. Lo sabía perfectamente, bajar su boca, abrirla el espacio justo y dejar su beso moviéndose hacia abajo.

2.Y volar…

Cuando J abrochó el cinturón de seguridad supo que todo empezaba de nuevo. Miró a su alrededor como el que busca donde esconderse entre la gente, entre las vidas de los asientos contiguos, la ejecutiva que se resisitía a apagar el ordenador para no escuchar a su interior , la señora que dos filas más adelante respiraba nerviosa ante la salida de aquel avión que no le apetecía coger, el grueso directivo en un traje demasiado gastado y un maletín lleno de documentos absurdos.

Ninguna le servía tendría que construir algo desde aquel principio.